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3 pequeñas razones para el optimismo dominicano.

3 pequeñas razones para el optimismo dominicano.

Todos podemos ser presas del pesimismo. La saturación de informaciones nos pueden conducir allí y de paso llevarnos al aislamiento y la desmovilización. Si "todos son iguales", si "yo también lo haría", si "nada que se hace es suficiente", solo nos queda la amargura o Canadá, como un paraíso distante.

Al correr tras una posición política, uno se expone más a esas decepciones acumuladas de muchas personas y esa frustración de no ver avances. Todo el progreso económico experimentado por nuestro país parecería insuficiente en el presente. Porque la vida son conflictos que se reestructuran de manera permanente.

No obstante, pensé en tres razones para el optimismo, cambios de conductas culturales que me parecieron en su momento repentinos. Cambios que ningún gobierno se atribuyó por pequeños que fueron y porque primó en ellos el espíritu comunitario. Los contaré como los recuerdo.

El primero siendo, la fumadera. Hace 15 años, se fumaba dentro. Era muy fácil salir de noche y regresar a tu casa con la vestimenta, el cabello y las uñas como si habías estado fabricando cigarrillos. Algunos nos quejábamos, sabíamos los riesgos cancerosos, pero lo dejábamos pasar. De un momento a otro, se hicieron los esfuerzos y se comenzó a cumplir la ley. Quedaron sitios de rebeldía que poco a poco se fueron extinguiendo, porque se asumió una cultura de respeto por los demás. "Aquí adentro no", "el rincón de fumadores es allá". Y a pesar de que estamos ante una nueva oleada de la cultura del vapeo, más discreta, menos ofensiva en sus olores y sin conocimiento detallado sobre la salud, lo cierto es que hubo un momento en que la cultura dominicana nocturna cambió.

Con el segundo me remontaré a hace 20 años, cuando todos los vehículos grandes 4×4, jeeps, autobuses… parecían necesitar y tener defensa delanteras o parachoques. Esto producía un riesgo muy peligroso para el resto de los conductores y los peatones. De un momento a otro también fueron desapareciendo. Recuerdo que en casa se desmontó. La autoridad lo fue exigiendo y se cumplió. Las calles son desde entonces más seguras y Ley núm. 63-17, en su artículo 195 selló ese compromiso y aún nos protege.

Es cierto que aún con el tintado de los vehículos o las cegadoras luces de zenón no se ha podido. Y son materias pendientes. Aquí hago un aparte para decir lo siguiente. Una buena parte de las infracciones de tránsito, están sujetas a que la DIGESETT vea que hace el que va adentro, si tu vehículo está tan oscuro, puedes estar hablando por teléfono, bebiendo cervezas, con niños en el volante y poner en riesgo a los demás sin poder fiscalizar. Esto es materia pendiente.

Por tercero y último, escribo algo que me parece heredado de la cultura global y mediática. Hace 10 años, nadie cedía el paso a una ambulancia. El respeto se limitaba a avanzar todos con la Ambulancia. Ahora se hace el esfuerzo de girar y dejarle el espacio, para que ella sola avance. Es cierto que todavía hay algunos que aprovechan la apertura y se cuelan como sombras de la ambulancia, pero la realidad es que es muy significativo y optimista ver como el esfuerzo colegiado le va dando paso a lo prioritario.

Estos tres eventos parecen poco significativos y los he mezclado con desafíos que todavía se tienen en la misma materia. No obstante, revelan como con orden, comunidad y educación avanzamos. Respetando a los demás, cosechamos el desarrollo. Vivir en ciudad es un compromiso, que atañe responsabilidades y después derechos.

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