El primer día de invasión rusa, hubo bombardeos en diversos lugares del mundo. Iraq, Yemen, Palestina y Afghanistán fueron víctimas de bombardeos que no tuvieron la cobertura mediática, ni la preocupación de occidente.
El portugués Boaventura de Sousa Santos se pregunta en un artículo recientemente publicado: “¿Cuál es la diferencia entre Kosovo y Donbass, donde las repúblicas étnicamente rusas celebraron referéndums en los que se pronunciaron a favor de la independencia?” Y él mismo se responde: “Ninguna, excepto que Kosovo fue apoyado por la OTAN y las repúblicas de Donbass son apoyadas por Rusia”.
Probablemente desde 1918, con la declaración de los catorce puntos del presidente Wilson, Estados Unidos, y desde 1949 la OTAN, vienen “luchando” por la autodeterminación de los pueblos. Pero siempre y cuando esa autodeterminación sea funcional a los intereses de Estados Unidos y “occidente”. Esto podría empezar a explicar porqué nos duele tanto Ucrania, y tan poco otros países.
Kosovo, podría representar para occidente, lo que representa hoy Ucrania. Una búsqueda de la Unión Europea por aumentar su esfera de influencia en terrenos de injerencia soviética. En el caso de Kosovo facilitando armas y atacando de forma aérea, incluso sin la autorización de la ONU, todo precipitado probablemente por Bill Clinton, cuando declaró que el conflicto en Kosovo era una "inusual y extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos".
Samuel Huntington logró establecer lo que para él eran 9 civilizaciones distintas y creía que el factor religioso era central en su agrupamiento. Nos contaba en los 90´s como las relaciones entre ellas se irían tornando violentas (dicho someramente). En la actualidad, podríamos usar el esquema de Huntington y llevarlo más lejos. Creo que la religión ha quedado relegada en un segundo plano, dando paso a una real politik que nunca fue más manifiesta y evidente.
Occidente ha llevado la defensa de sus intereses políticos a tal punto, que ha construido una identidad como otredad, capaz de modelar la moralidad de sus ciudadanos. Y esa modelación, utiliza el concepto de multiculturalismo para disfrazar el racismo, la xenofobia y la aporofobia con que los países occidentales tratan a quienes no lo son.
Todo eso se ve claramente reflejado en la recepción de la migración ucraniana que escapa de la guerra. Al respecto, el primer ministro búlgaro declaró: “Estos no son los refugiados a los que estamos acostumbrados… estas personas son europeas”, y explicó -sin querer- lo que hay detrás del trato a la migración africana y desde medio oriente que también escapa de la guerra, pero que muere ahogada o es devuelta para enfrentar a sus diversos y variopintos gobernantes, que los castigarán ante un impertérrito occidente.
En esa modelación, occidente ha puesto todas sus herramientas en marcha. Porque no solamente se actúa a través de las armas y las sanciones económicas. La FIFA, por ejemplo, que en el discurso busca alejarse de la contingencia política, ha sancionado a Rusia sin explicar porque no hizo lo mismo con Inglaterra y Estados Unidos el 2003 cuando invadieron a Irak, transgrediendo el orden internacional (como ya lo habían hecho en Kosovo). La explicación radica en que la invasión de Rusia no es considerada como el resultado de diversas acciones políticas llevadas a cabo por occidente, si no como una agresión de ellos a nosotros.
No está de más decir, que el mismo Henry Kissinger, durante los conflictos del 2014 en la zona, haya declarado que Ucrania no debe entrar a la OTAN, como una forma de compatibilizar todos los intereses en materia de seguridad.
Todo esto, no quiere decir en ningún caso, que los rusos tengan plenamente justificada la invasión a Ucrania. Simplemente se trata de entender el fenómeno de las relaciones internacionales y las guerras como algo más complejo que no se resolverá con el análisis buenista que termina por condenar la violencia.
Por ahora, occidente tiene instituciones más influyentes en la opinión pública que el resto del mundo, como la nombrada FIFA, pero quienes son ajenos al mundo occidental están encontrando intereses en común que superan la religión, el idioma y otras cosas que tanto unificaron en el pasado. Ahora, es probable que la seguridad se vuelva un eje unificador en toda la esfera no occidental.
Por otro lado, países como China han logrado una influencia económica que les permite tener gran injerencia, por ejemplo en América Latina, que si bien tiene profundamente arraigados los valores de occidente, se encuentra como diría Bauman en “el otro extremo (que) está abarrotado por aquellos a los que se les ha vedado el acceso a la elección de identidad, gente a la que no se da ni voz ni voto para decidir sus preferencias y que, al final, cargan con el lastre de identidades que otros les imponen y obligan a acatar; identidades de las que resisten pero de las que no se les permite despojarse y que no consiguen quitarse de encima. Identidades que estereotipan, que humillan, que deshumanizan, que estigmatizan…” y en esa liquidez a la que hace referencia Bauman, América Latina se convierte en un territorio en disputa después de hegemonía total por parte de Estados Unidos.
El poderío económico existente en medio oriente y Asia, con su capacidad de influencia en gran parte del mundo, sumado a la posesión de armamento nuclear, hacen del mundo no occidental una amenaza real, que puede reaccionar, y está reaccionando ante la constante evangelización liberal/occidental que ha recibido desde hace varias décadas.
Entender esto, y dejar de ser una amenaza real para los intereses no occidentales es clave para lograr la armonía en la esfera de las relaciones internacionales que permita, no solo terminar la guerra, si no también evitar las que vienen por el mayor tiempo posible.
Lo que dice la gente