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Preludios para una suite de cello

Preludios para una suite de cello

por Ernesto Rivera

Ahora que lo inmersivo está de moda recordé que hace unos meses F.L. me compartió una nota de voz mientras andaba disfrutando de una instalación multisensorial, multicanal y polisémica. Lo hizo desde un mercado de pulgas de Santo Domingo, lugar en el que multitudes concurren movidas por la necesidad o la disposición, o las dos cosas. El audio recogía las conversaciones entremezcladas de marchantes y clientes, ruidos de vehículos y máquinas, música caribeña a todo volumen, en fin, los componentes característicos de una experiencia cultural que por ser ordinaria y cotidiana no deja de ser festiva y resulta de alto interés para quienes hacemos arte. Ese audio que en mi caso fue un ejercicio feliz de recuperación de las memorias de otro lugar, me hace pensar que para la clase trabajadora, es decir, la gente de a pie, todos los espacios son experiencias inmersivas, lo mismo si están en un carro de concho, viajando en guagua, esperando  turno en un salón de belleza o haciendo las compras menudas en un colmado. Es juicioso poner entre signos de interrogación cualquier enunciado que emitan quienes ostentan el poder en nuestro país. Cuando las clases dominantes se empeñan afanosamente en proclamar su primacía sobre las cosas, conviene hacer una pausa y considerar si acaso estamos ante la misma actitud colonizante que se apropia de las expresiones culturales que las clases populares cultivan desde hace tiempo. Lo propongo como un antídoto frente a los deslumbramientos publicitarios que producen las competencias entre familias. 

El amigo que me envió el audio es un artista y a mi juicio, poseedor de un portafolio de trabajos envidiable. Crea imágenes y mundos digitales que al día de hoy serían la expresión artística continuadora de ese impulso surrealista. Nuestro país tiene muchas otras personas jóvenes, llenas de vida y talento, con un deseo genuino de hacer cosas trascendentes. Naturalmente, como se puede comprobar, la gestión cultural y el coleccionismo institucionalizado de la República Dominicana están con la atención a destiempo, con el enfoque desafinado. De repente se encuentran muy ocupados con las parafernalias de la burocracia cultural y la rentabilidad de las inversiones económicas en lugar de sumarse a la defensa de los derechos laborales de quienes trabajan la cultura. El arte vive en toda la geografía nacional haciendo de tripas corazón sin un organismo estatal que le defienda. 

Sugiero revisar las acciones y demandas del Sindicato de Teatristas de la República Dominicana1, una organización independiente cuyo objetivo no es otro que hacer cumplir la ley de cultura (los derechos culturales) que el propio Ministerio de Cultura francamente desatiende. Cuando los gobiernos finalmente deciden rendir cuentas sobre la cultura, en lugar de ir a la Ley 41-00 prefieren utilizar las salidas fáciles: inflar los discursos políticos contrastando sus logros con las gestiones que lo anteceden2. Ese es nuestro infortunio considerando que las distintas gestiones, tanto la pasada como la actual, no han generado un cambio sustancial en las condiciones de por sí precarias dentro del sector cultural. Incapaces de regular los intereses diversos de la cultura dominicana, el Ministerio se entretiene adulando al sector privado por las cosas que bajo un régimen fiscal eficiente, políticas culturales claras y buenas dosis de vocación política nacerían en un primer lugar desde la gestión pública. 

Por eso conviene que frente al plan servido en lugar de poner la atención en la obra, la pongamos en el marco3. De modo distintivo en el surrealismo la atención está puesta en el espacio que existe entre las cosas y el poder de subversión que poseen las imágenes. Es decir, para ese movimiento artístico, elegir los sujetos de las obras es más importante que la destreza con que se ejecutan los resultados. De hecho, el maestro Iván Tovar hablaba de dar espacio a la imperfección como parte del proceso creativo4

Las experiencias inmersivas como la propuesta en Tovar Inmersivo, son ambientes diseñados que existen desde principios de los 80’s y que en los últimos años los coleccionistas de artes usan para agregar valor económico a sus colecciones multiplicando los alcances de las obras sin poner en riesgo los objetos físicos de sus bóvedas ni gastar en toda la logística que implican los traslados y las pólizas de seguros5. Pero respecto a las pinturas y los dibujos, nunca nada será como estar frente a la obra misma. Por eso me muestro reticente cuando leo la opinión de algunas personas que andan proponiendo que esta sea la ruta a seguir para las nuevas exposiciones. Hay tanta ironía en ese tipo de proposiciones si se toma en cuenta la resistencia que típicamente muestran las instituciones artísticas para apoyar o adquirir obras en formatos no tradicionales. Aún el “nuevo” concurso de arte que se anunció en la apertura de Tovar Inmersivo, llamándose “posmoderno” deja fuera géneros artísticos contemporáneos como el video performance o el arte de práctica social. El formato concurso es ya un anacronismo. Si se considera la predilección que empieza a tener en el argot curatorial conceptos tan viejos como la mediación cultural uno debe concluir que la desactualización sobre otros temas de índole social no es tanto por falta de información sino como resultado del olvido voluntario y selectivo para caer bien. Por ejemplo, una verdadera democratización de la cultura demanda al Ministerio de Cultura la inminencia de la gratuidad en el acceso a los eventos culturales, sin embargo los precios de taquilla todavía se usan como una forma de filtrar públicos, especialmente el tipo de público que dos cuadras arriba tiene que decidir entre comer o pasear, y lógicamente deciden comer. Falta originalidad para extender los alcances educativos de las iniciativas culturales privadas más allá del estribillo de complemento al turismo. Esa industria que además nos factura muy caro la posible solución a las brechas sociales y los desastres ecológicos.

No me malinterpreten porque celebro el enorme esfuerzo de la exposición y me considero un gran admirador de las obras impecables de Iván Tovar, pero en el caso particular de este proyecto expositivo lo verdaderamente alucinante es todo lo que tiene de real maravilloso. Eventos del pasado histórico dominicano prefiguraban los hechos y formas del presente y todas las contradicciones de la clase dominante que esa “experiencia inmersiva” trae directo a la superficie como un flotador. Y lo digo con cierta precisión porque para el surrealismo lo importante son las teorías laicas de la metafísica y el psicoanálisis, pero en lo real maravilloso lo que impera es la fe en milagros y apariciones portentosas, casi epifánicas, de las que inundan el imaginario colectivo con una extensión casi total, pero de manera prominente entre la gente de dinero y los gobernantes6.    

André Bretón dijo que una de las funciones principales del surrealismo es “lidiar drásticamente con ese odio a lo maravilloso que es rampante en algunas personas”. Bretón visitó por primera vez nuestro país en 1941, tiempos que igual que ahora, eran de guerras7. Estuvo acompañado del artista cubano Wifredo Lam y estuvo en contacto directo con figuras del exilio español que en ese momento organizaban exposiciones de arte en el Ateneo Dominicano apoyados en la visionaria labor intelectual del dominicano Rafael Diaz Niese. En esos tiempos, la gestión cultural andaba en pañales pero fatídicamente unida a la dictadura con un cordón umbilical que aún no se desprende. Trujillo fue un gran instrumentalizador de la cultura, lo mismo que todas las personas que se suscribieron (y se suscriben) a esa tradición, alimentando el paternalismo y el figureo cultural. Unas fotos del archivo Conrado retratan los espacios interiores del Ateneo Dominicano mostrando lo que podría imaginarse fue maravilloso ante los ojos de  Bretón quien llegaba desde Martinica a nuestra media isla luego de un viaje express en el buque Trujillo. Los motivos de la visita eran múltiples pero en especial la celebración de un congreso sobre las Antillas que incluía una exposición de pinturas. Los lienzos estaban exhibidos en el mismo lugar donde operaba la Cámara de Comercio Americana y la Liga Dominicana Contra el Cáncer. Esa hibridez entre lo disímil debió ser realmente estimulante para el padre del surrealismo. En el mismo espacio estaban las pinturas costumbristas, el cartel de la muestra diseñado por Eugenio Fernández Granell, una ilustración médica gigantesca de un cáncer de la próstata que competía en tamaño con el retrato de cuerpo entero de Trujillo. 

Poniendo la atención en el marco y no en la obra, es decir, aislando los objetos banales del mismo modo que el surrealismo lleva sus objetos al plano de lo enigmático, lo real maravilloso de la carpa climatizada es su emplazamiento. No hay nada subversivo en haber elegido ese lugar. La Plaza España es el símbolo doble de lo castizo y de la nostalgia particular que los ideólogos de la dictadura tuvieron sobre la era colonial. No deja de sorprender entonces la correspondencia de esos tiempos y los nuestros. La interpretación figural de la historia a la manera de Auerbach pone la atención en las coincidencias. Las reproducciones fantásticas en los despliegues performáticos de la clase alta dominicana no pueden pasar desapercibidas para una mente con real instinto surrealista. Como muchas cosas nuestras, la experiencia inmersiva de Tovar fue creada en un estudio multimedia español. Las embarcaciones del dictador dominicano atracaban en el mismo lugar donde la noche de inauguración flotaba imponente el mega yate Flying Fox, telón de fondo de todo lo fastuoso de la noche. El presidente cortaba la cinta inaugural así como Antonio Guzmán hizo hace cuarenta años para abrir la Zona Franca de La Atarazana. La máxima exposición surrealista, un movimiento que tiene deuda formal con las riquezas de la cultura afro, ocurría al mismo tiempo que un funcionario público prohibía la celebración del Gagá sin que esa acción le cause consecuencias. Solo una comprensión de lo real maravilloso puede admitir tantas incongruencias y proyecciones de tiempos sin colapsar. 


La sorpresa, la contradicción y la desorientación son constitutivas del surrealismo, pero el primer surrealismo surgió como una respuesta agresiva y revolucionaria frente a la sociedad capitalista. ¿Será acaso que la ostentación neoliberal es la dictadura de nuestro tiempo? El incipiente mecenazgo dominicano, si es verdad que está abocado a transformar para bien la sociedad dominicana, tendría que preguntarse dónde está el germen contestatario en nuestra cultura de hoy y luego tener la valentía de lidiar con los señalamientos que le calcen. Pero es difícil alcanzar la lucidez cuando la estrategia que se utiliza es apagar la conciencia con reproducciones entretenidas y alienantes8. La impresión es que en el presente las instancias de la reflexión, es decir los pasos hacia la emancipación cultural,  son como habitaciones impenetrables para quienes gestionan la cultura de nuestro país. En esa carpa tranquila pocas personas quieren entrar.

  1. La cuenta de Twitter del Sindicato de Teatristas de la República Dominicana es https://twitter.com/sitearepdom
  2. La Ley 41-00 que crea el Ministerio de Cultura puede consultarse en https://derechodelacultura.org/wp-content/uploads/2018/05/REP-DOMINICANA-ALEY-41-2000.pdf
  3. Que no es tanto una exposición surrealista sino neo-surrealismo, y expresión tardía del surrealismo biomórfico. El neo-surrealismo es una reaparición del surrealismo en la década de los 70’s del siglo XX. El Manifiesto Surrealista apareció como tal en 1924 pero luego del fin de la Segunda Guerra Mundial el movimiento entró en paulatina decadencia. Exponentes del surrealismo biomórfico fueron Roberto Matta, Joan Miró, Yves Tanguy, por mencionar algunos nombres.
  4. https://listindiario.com/la-vida/2022/04/03/715633/maria-castillo-e-ivan-tovar-el-lado-humano-de-una-muestra-inmersiva
  5. Me refiero al concepto moderno de experiencia inmersiva pues en 1876 Luis II de Baviera mandó a construir la Venusgrotto en su Palacio de Linderhof en donde hacía tocar óperas de Wagner. De ese ambiente artificial eventualmente aparecieron  nuevos conceptos como grotesco, de gruta, caverna. Otro antecedente histórico puede encontrarse en las wunderkammers o cuartos de maravillas.
  6. Hace unos días una colección privada de artes del país invitaba a través de su cuenta de redes sociales a pasar el domingo de pascua en su sala de exhibición “para conectar cuerpo, materia y espíritu”. En nuestro país, la institucionalidad y el proselitismo van de la mano. Al objeto de arte se le da estatus de reliquia y a la gestión cultural, superioridad sacramental. Mi opinión es que necesitamos con cierta urgencia una gestión cultural que se aleje de estos esquemas eclesiásticos.
  7. Una reseña de la visita apareció publicada en el periódico Hoy de 2019. Ver el artículo aquí: https://hoy.com.do/1865276-2/
  8. Curiosamente, el concepto “industrias culturales” tan de moda hoy no se puede desvincular de los efectos alienantes a los que se refirió Adorno cuando instauró el concepto. De manera que convendría que todo plan de industria cultural se pase por el cedazo de las estrategias de emancipación.

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