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Desafiar la derrota

Desafiar la derrota

Hemos tenido un año desmoralizador. Ser testigos de los extremos a los que puede llegar la avaricia nos hace dudar de la humanidad. Como consecuencia, también dudamos de los sistemas que los seres humanos hemos creado para organizarnos. Por eso muchos preferirían acabar con aquello que llamamos Estado de derecho y hasta con la democracia misma.

La velocidad de la conversación en redes sociales impide que nos tomemos el tiempo de digerir los hechos para poder pensar y pensarnos como sociedad. En momentos donde la reacción sigue a la ira y al dolor —que con toda razón nos ocasionan casos como el de Senasa, el de Stephora Joseph y el del Jet Set— la parsimonia se vuelve indispensable para que no caigamos en discursos repetitivos y distractores que nos hagan presa fácil de oportunistas. Una maestra llamada historia nos enseña que cuando hay un ánimo de derrota que pareciera no tener salida se le abre el camino a figuras providenciales que pretenden “salvarnos” de nuestras desgracias. 

Uno de los discursos repetitivos que circulan como reacción al caso Senasa es, en síntesis, que “el sistema está corrompido por lo tanto nada va a cambiar”. Es justo este pesimismo el que llevó a muchos pensadores que consideraban la nación dominicana como inviable a apoyar regímenes autoritarios que con su “mano dura” enderezarían un tronco que aparentemente nació doblado. De esta forma inició una larga noche de 31 años en la que un hombre tomó el poder de manera ilegítima e implantó un régimen represivo y brutal en el que se apropió de los recursos del país para su beneficio económico.

Actualmente República Dominicana cuenta con anticuerpos que, sin su funcionamiento, el caso Senasa no hubiese salido a la luz. La otra cara del desfalco de Senasa son las personas que denunciaron las faltas del seguro, los profesionales del periodismo que profundizaron y amplificaron estas denuncias, la justicia que hoy dirige un proceso penal y, sobre todo, la ciudadanía que ha levantado su voz en una repulsa unánime contra las acciones de una minoría que se complotó para cometer un crimen contra la salud pública. Y aquí repito: es una mayoría que exige justicia por los hechos de una minoría, que son los imputados por el caso Senasa. Tanto énfasis en el “sistema corrompido” no solo niega e invisibiliza las acciones de esa cadena de personas que frenaron el robo a Senasa sino que también impide una justa valoración nacional. 

La honradez, la dignidad y la virtud no suelen hacer titulares ni acaparar la atención de los programas de panel. El espejo en el que nos vemos representados mediáticamente está roto por los escándalos de una clase política que no ha estado a la altura de su ciudadanía. Por eso, un ejercicio que me ha funcionado ha sido observar a quienes tengo al lado. Solo esto basta para darme cuenta de que no todo está perdido, que quienes no salen en las portadas de los periódicos por algún caso de corrupción son más y mejores personas. Pensando en mis propios referentes, me permito prescindir de esa representación mediática que impone una autopercepción que solo da espacio a la desesperanza.

Pero a estos anticuerpos aún les faltan refuerzos, porque seguimos esperando que se haga justicia en este y otros casos pendientes, porque los controles institucionales fallaron y, sobre todo, porque muchas personas padecieron y murieron antes de que las alarmas de Senasa resonaran tan alto que fuera imposible ignorarlas. Por estas razones, surge la inquietud de muchas personas que utilizan sus redes sociales para abrir una pregunta: por quiénes se puede votar en unas próximas elecciones. 

Esta duda se combina con una postura contradictoria que es la de “no politizar” las protestas por el caso Senasa, porque en nuestro país “política” equivale a “partido”. Con el pedido de “no politizar” estas voces buscan expulsar de una vez por todas de nuestro sistema a aquellos que consideran los grandes culpables de todos nuestros males: los partidos políticos. Y poco importa que este caso haya evidenciado un esquema en el que se favoreció a ricos financistas de la campaña, se sigue circunscribiendo el fenómeno del clientelismo a “los que votan por un pica pollo y 500 pesos”. Ante este panorama es importante recordar que de un padrón de más de 8 millones de personas solo 4.4 millones de votantes participaron en las elecciones pasadas. También recordar la decisión plenamente política de mercantilizar la salud. Si hay un momento para politizar es este. 

Esa intención de despolitizar discusiones y espacios que son netamente políticos le facilita el camino a candidaturas que en vez de expresar abiertamente sus ideas políticas se escudan en una apariencia “apolítica” distrayendo conversaciones urgentes y necesarias con artificios mediáticos y discursos vacíos. El ánimo “despolitizado” también funciona como caldo de cultivo para proyectos unipersonales autodenominados “independientes” que funcionan más bien como un culto a la personalidad y degeneran en la negación de las instituciones democráticas.

Son precisamente estos momentos de crisis los que van a definir nuestros próximos pasos. Si nos estancamos, retrocedemos o avanzamos. Si continuamos como estamos, renegando de participar políticamente. Si volvemos al autoritarismo, donde el culto a la personalidad sustituye la verdad y donde la violencia se impone como ideología, o si apostamos por el largo camino de trabajar y formarnos para construir un proyecto o sueño común.

Como ciudadanía tenemos la oportunidad de resignificar lo que es democracia para hacerle frente a las tentaciones autoritarias que provocan las situaciones de crisis. Democracia es algo más que marcar rostros o colores en una boleta cada cuatro años. La democracia es un estilo de vida: cuando elegimos cumplir con nuestros deberes, cuando mostramos respeto hacia el otro, cuando cuidamos la convivencia, la pluralidad y los bienes comunes, estamos protegiendo nuestra democracia. Y son justamente estas virtudes de las que carecen quienes se privilegian de sus posiciones (ya sea en el ámbito público o privado) para extraer beneficios en vez de pensar en el impacto colectivo de sus acciones. También carecen de estas cualidades quienes buscan pescar en río revuelto. Democracia es creer en la posibilidad de transformación de un proyecto político colectivo. Democracia es pensar con otros y cuidar del otro.

Lo que dice la gente

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