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Sistema electoral dominicano: concentración y bipartidismo del 2004 a 2020 

Sistema electoral dominicano: concentración y bipartidismo del 2004 a 2020 

Los datos de resultados electorales sin considerar los contextos y escenarios políticos dicen pocas cosas concluyentes sobre los niveles de la calidad de una democracia. La existencia de uno o varios grupos dominantes pueden ser señal de concentración de poder o de popularidad y consensos en torno a propuestas, así como una repartición más plana de los votos entre varios partidos pueden significar una pluralidad de propuestas o quizás altos niveles desacuerdos en una sociedad, y por tanto, dificultad para gobiernos consolidados que puedan impulsar cambios profundos. De todos modos, desde la visualización de la data se puede tener un buen panorama de las tendencias de un sistema electoral.

El período entre 2004 y 2020 empieza con el declive definitivo del Partido Reformista y concluye con la división del PLD, dando lugar a una tercera posición que vuelve a superar la barrera del 5%. En las cinco elecciones el primer lugar obtuvo más del 50% de los votos. Ninguna tercera opción alcanzó el 10%, mientras que el resto de las candidaturas en combinado promediaron 1.6% de todo el electorado. 

En América Latina se han presentado una serie de fenómenos políticos y electorales en lo que va del siglo XXI que han significado el fin de los bipartidismos más consolidados del continente, como en Colombia, México, Chile y Perú. Eso incluye desde candidatos que se inflan aparentemente de la nada, movimientos sociales que terminan llegando al poder, u outsiders que irrumpen y desbalancean el sistema de partidos vigente. República Dominicana ha mostrado relativamente pocos cambios, con todos sus principales actores políticos teniendo raíces en el sistema de partidos heredado del siglo XX. 

República Dominicana muestra niveles muy superiores de concentración del electorado en torno al bipartidismo en comparación al resto de América Latina. De 78 elecciones consideradas durante el período en AL, en solo 16 el tercer lugar obtuvo menos de 5%, 3 de esas correspondieron a RD. Solo detrás de Venezuela, somos el país donde la suma de los dos primeros lugares obtiene un mayor porcentaje del total de votos con un 93.9%, mientras que la media de la región fue de un 74.9% durante el período. En el resto de opciones combinadas apenas logró el restante 6.1% frente a un 25% de AL.

Al superponer todas las alianzas realizadas hacia partidos mayoritarios se muestra una importante interconexión entre los dos polos del bipartidismo. Las alianzas electorales han obedecido a razones más coyunturales que ideológicas, como lo muestran los patrones de concentración en torno a las dos fuerzas mayoritarias: 7 partidos llegaron a hacer alianzas a nivel presidencial con el PLD y el PRD (posterior PRM). Otros mantuvieron sus posiciones de satélites como aliados habituales. 

Los resultados de las elecciones en estos años se presentan como curiosidades más que como anomalías pues son claramente explicables desde lo ocurrido en la política. La pequeñez de los pequeños se explica desde muchas áreas: la escala monetaria que implica una campaña a nivel nacional, favoritismos desde las leyes de partidos a los mayoritarios, clientelismo, herencia caudillista, condicionamientos de los votos a diferentes escalas, falta de alternativas reales capaces de hacer huecos a los mecanismos clientelares, por solo mencionar algunos factores. 

Al pensar en el caso dominicano, la teoría de Duverger sobre cómo el sistema electoral determina el sistema de partidos, conlleva unos matices. Han sido las mismas principales agrupaciones políticas y sus actores, quienes teniendo un alto peso en la determinación del andamiaje legal y organizativo del sistema electoral. Por otro lado, el bipartidismo como sistema ha obedecido en gran medida a una aparentemente simple dicotomía entre partido de gobierno (con la correspondiente gracia que otorga el Estado) y oposición, entre estar o no estar, entre ahora sí y ahora no.




Notas: 

  • La comparativa solo contabiliza primeras vueltas electorales. 
  • Al hacer la comparación se debe tomar en cuenta que los países implican universos electorales de escalas muy diversas. El ejercicio comparativo muestra tendencias y límites para visualizar la estructura electoral a grandes rasgos. 
  • No se toma en consideración la calidad o legitimidad de los procesos electorales y sus resultados. En consecuencia, se incluyen todos los países de América Latina que tuvieron elecciones continuas en sus períodos pautados. Para los fines, nos enfocamos en los resultados como hecho en sí, que describe más o menos bien la colocación de los grupos políticos, sean democráticos (por votos) o viciados (por la capacidad de un partido de controlar e influenciar en los dispositivos del Poder).

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