Mientras algunos salían a festejar la victoria de Donald Trump como presidente electo de Estados Unidos con consignias como “tu cuerpo, mi decisión”, “la tierra y la mujer son propiedad privada”, haciendo alusión a las propuestas de campaña del candidato electo de penalizar el aborto en territorio estadounidense, en Irak intentan por tercera vez someter un proyecto de ley que modificaría la edad minima de las mujeres para casarse, reduciendola de dieciocho años a nueve años, legalizando así la violación infantil. Estamos viviendo la época en la que las mujeres tienen mayores libertades, donde se han conquistado mayores derechos. Sin embargo, en los últimos años, esto se ha traducido en un incremento desmesurado de hombres radicalizandose hacia el conservadurismo.
Las mujeres han ido ocupando más espacios en las últimas décadas, obteniendo así más poder. Poder sobre nuestros cuerpos, nuestras elecciones y proyectos de vida, al punto tal que hemos llegado a cuestionarnos la imposición social de la maternidad. En países como Corea del Sur, con la tasa de natalidad más baja del mundo, el debate es en esencia por qué las mujeres no quieren parir. Nueva vez cae el peso de la familia sobre nuestros hombros. Nadie cuestiona el papel de los hombres, nadie cuestiona por qué en la misma medida en que las mujeres hemos ganado terreno en lo laboral, en lo académico y en lo privado, aún continuamos con la completa responsabilidad de las labores de cuidado y del hogar que reproduce la vida, mientras muchos hombres al parecer no han querido ocupar otro rol más que el de proveer, que según estadísticas, cada vez es más asumido por la mujer.
Mientras más libertades y autonomía adquieren las mujeres, mayor es el criterio de selección que poseen al escoger pareja. Las mujeres continuamos buscando parejas proveedoras, protectoras, que sean capaces de brindarnos seguridad y que se involucren en el rol familiar, pero ante el escenario actual se hace inevitable preguntarnos ¿Es tan frágil la masculinidad que les resulta ofensivo asumir labores de cuidado mientras la mujer asume el rol de proveedora? Más derechos para la mitad de la población no significa menos para la otra, al contrario.
El recrudecimiento e incremento de movimientos misóginos que fomentan el retroceso de los derechos de las mujeres, ¿Proviene, quizá, de hombres cuya única manera de legitimar su masculinidad es a través del control de los cuerpos de las mujeres y el ultra conservadurismo político les está devolviendo ese lugar? En lugar de escudarse bajo la frase de “no todos los hombres”, sepan que, siempre son hombres.
“Casarse” con una niña de 9 años les da la garantía de que, producto de las violaciones, quedará embarazada múltiples veces, no podrá seguir estudiando y ni hablar de trabajar. Dependerá económicamente de su abusador y normalizará la violencia con la que vivirá. Si bien al inicio se mencionó Irak, tristemente esta también es la realidad de muchas niñas dominicanas aún hoy día.
Ningún derecho está garantizado en tanto vivamos en un sistema patriarcal donde el hombre ponga resistencia ante el avance de los derechos de las mujeres.
¿Será que tendremos que pedir permiso para estar a favor de nosotras mismas?
Es inevitable no pensar en Assata Shakur cuando dijo “Nadie en la historia ha conseguido nunca su libertad apelando al sentido moral de sus opresores”.
Lo que dice la gente