La República Dominicana, como nación caribeña rica en diversidad cultural y racial, enfrenta un desafío crucial en su camino hacia una democracia plena: reconocer y abordar la compleja intersección entre racialidad y diversidad sexual en su panorama político.
El panorama político nacional ha estado históricamente dominado por élites privilegiadas, excluyendo no solo las voces y experiencias de las comunidades racializadas y LGBTI, sino también las de otros sectores históricamente marginados, perpetuando así desigualdades estructurales y limitando la representatividad democrática.
La exclusión histórica de comunidades afrodescendientes y de otras minorías raciales y étnicas se entrelaza profundamente con la discriminación que enfrenta el colectivo LGBTI, creando una doble marginalización para aquellos que se encuentran en la confluencia de estas identidades.
Esta realidad interseccional no es un mero detalle, sino un factor determinante en la vida política del país. En el marco de la celebración del Mes del Orgullo, es fundamental recordar que las personas afrodescendientes LGBTI se enfrentan a barreras significativas para acceder a espacios de poder y toma de decisiones. La discriminación racial, se combina con la homofobia y la transfobia, creando un sistema de exclusión que silencia sus voces y limita su participación en la construcción de la nación.
Como bien señala la escritora dominicana Elizabeth Acevedo, "La diversidad es nuestra fuerza, pero solo si estamos dispuestos a reconocerla y celebrarla en todas sus formas. Eso incluye a las personas afrodescendientes y LGBTI, cuyas voces son esenciales para construir un futuro más justo y equitativo". La ausencia de estas voces en los espacios de poder no solo perpetúa la desigualdad, sino que también empobrece el debate público y limita la capacidad del país para encontrar soluciones efectivas a los desafíos sociales.
La falta de representación de personas afrodescendientes y LGBTI en la política dominicana tiene consecuencias tangibles. Sus perspectivas y experiencias, moldeadas por la intersección de la raza y la diversidad sexual, son fundamentales para abordar temas como la discriminación en el acceso a la educación, el empleo, la salud y la justicia. Sin su participación activa, las políticas públicas corren el riesgo de ser ciegas a las necesidades específicas de estas comunidades, perpetuando así la desigualdad.
Es imperativo que los partidos políticos dominicanos reconozcan esta realidad y actúen en consecuencia. La inclusión de personas afrodescendientes y LGBTI en sus filas no es solo una cuestión de justicia social, sino también una estrategia inteligente para fortalecer la democracia y garantizar que todas las voces sean escuchadas. Ahora bien, cuando me refiero a las filas, no es solo capitalizar con nuestros votos. Es valorizar los liderazgos de estas personas, tanto en los órganos de dirección como en las candidaturas externas. Crear las condiciones para que tengan una participación efectiva y no sean solo la base que sostiene a los espacios de toma de decisión donde rara vez están representados.
La sociedad civil también juega un papel fundamental en este proceso. Organizaciones afrodescendientes, LGBTI y de derechos humanos deben fortalecer sus alianzas y trabajar de manera conjunta para visibilizar las demandas de estas comunidades, educar a la población sobre la interseccionalidad y presionar a los líderes políticos para que adopten medidas concretas en favor de la igualdad.
El activista dominicano Deivis Ventura nos recuerda la importancia de la unidad en esta lucha: "La lucha por la igualdad no puede darse por segmentos. Debemos unir fuerzas para construir un movimiento inclusivo que abarque todas las formas de discriminación y opresión". Solo a través de la solidaridad y la acción colectiva podremos superar los desafíos y construir una República Dominicana verdaderamente democrática, donde todas las personas, sin importar su raza, etnia, orientación sexual o identidad de género, tengan las mismas oportunidades de participar y prosperar.
Lo que dice la gente