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Si Colón hubiese traído foam… todavía lo tendríamos

Si Colón hubiese traído foam… todavía lo tendríamos

Imagínate que Cristóbal Colón hubiese venido a América con un vaso de foam. Si fuera así, ese vaso todavía existiría y no es una exageración. El foam, también llamado poliestireno expandido o "styrofoam", es un plástico tan persistente que puede tardar más de 500 años en degradarse. En otras palabras: el planeta lo “recuerda” mucho más tiempo del que nosotros lo usamos.

¿Qué es el foam y por qué es un problema?

El foam es un derivado del petróleo, fabricado con un compuesto llamado estireno, expandido con gases hasta formar una estructura espumosa. Es liviano, barato, aislante térmico y resistente a la humedad, por eso lo utilizan para fabricar:

  • Vasos y platos desechables.
  • Empaques para comida caliente o fría.
  • Bandejas de supermercados y colmados.
  • Contenedores para delivery.

Sin embargo, nada de eso compensa su impacto ambiental y sanitario. En contacto con alimentos calientes, grasos o ácidos, el foam puede liberar sustancias tóxicas (como el estireno y el benceno) asociadas a riesgos en el sistema nervioso, hormonal e incluso posibles efectos cancerígenos según estudios internacionales.

El caso dominicano: un paraíso ahogado en foam

En República Dominicana, el foam no es solo un problema: es una crisis silenciosa. A continuación te comparto algunos datos alarmantes:

  • Se estima que el país genera alrededor de 50,000 toneladas de foam al año. Es el residuo más común en playas y ríos dominicanos. Basta una caminata por el Malecón, la playa de Güibia o el río Ozama para verlos por cientos.
  • No existe infraestructura ni logística para reciclarlo de forma efectiva, y su recolección en limpiezas es costosa e ineficiente.

A todo esto, la espuma de poliestireno expandido, también conocido como foam tiene riesgos ambientales y sanitarios importantes y en América Latina solo República Dominicana, Cuba y El Salvador siguen sin una legislación que prohíba o regule su uso.

A pesar de estos datos oficiales, su uso continúa masivamente en el comercio informal, el delivery y eventos públicos, incluso por parte de instituciones del Estado y grandes grupos empresariales. Mientras tanto, países como Costa Rica, Colombia, Canadá y varios estados de EE.UU. ya han implementado prohibiciones parciales o totales del foam.

Y no, no es válido el argumento de que para  hacer este cambio no se ha tomado en cuenta criterios económicos y técnicos, a menos que solo estemos hablando de intereses de grupos específicos y no del bienestar y la salud del pueblo dominicano. Si otros países de la región han podido, si nos encanta tomar ejemplo de otros lugares ¿por qué la República Dominicana no puede? 

¿Qué alternativas existen?

Una de las excusas frecuentes para no eliminar el foam es que “no hay con qué sustituirlo”. Pero la verdad es que sí hay opciones más seguras, sostenibles y accesibles:

Alternativas descartables sostenibles:

  • Cartón reciclable o biodegradable.
  • Papel kraft o cartón encerado.
  • Bagazo de caña de azúcar, almidón de maíz o yuca (bioplásticos).

Alternativas reutilizables:

  • Acero inoxidable.
  • Vidrio templado.
  • Envases plásticos resistentes tipo tupper.

Muchas de estas alternativas ya se utilizan en negocios ecoamigables y en otros países con regulaciones ambientales más estrictas. Por eso también es hora de exigir responsabilidad a las industrias, pues el verdadero cambio no vendrá solo desde la ciudadanía. Las empresas productoras, distribuidoras y vendedoras de foam tienen una responsabilidad ética y ambiental. 

No basta con reciclar eslóganes verdes: se necesitan acciones concretas como sustituir el foam por materiales verdaderamente biodegradables o reutilizables, incentivar políticas de retorno y reuso de envases e invertir en innovación local para producir empaques sostenibles. Y sobre todo necesitamos transparencia: etiquetar claramente el tipo de empaque que se ofrece.

Reducir el uso de foam también es una cuestión de conciencia. Por eso es urgente invertir en educación ambiental desde las escuelas y en campañas de sensibilización masiva. Que niñas, niños y jóvenes entiendan desde temprano que un vaso de foam no "se va" cuando lo botamos, que lo barato, muchas veces, sale muy caro para el planeta tenemos poder como consumidores para rechazar lo que contamina.

Entonces, ¿qué propone “Dale Banda al Foam”?

Se trata de una iniciativa que busca la prohibición total en su producción, importación y comercialización de este producto por sus impactos negativos al medio ambiente. Este proyecto  es liderado por Parley for the Oceans con el arroyo de la Unión Europea y una coalición de más de 28 organizaciones como Grupo Jaragua, Juventud Sostenible y FUNDEMAR, que se suman a dicho llamado y proponen sustituir este material altamente contaminante por alternativas sostenibles como el papel, el bagazo de caña y el almidón de maíz.

En este sentido “Dale Banda al Foam” propone un enfoque progresivo que impulse nuevas industrias y empleos verdes mediante la producción local de envases sostenibles. Con esto, se busca mitigar el impacto ambiental sin sacrificar el desarrollo económico.

La campaña no se queda en la denuncia: propone acciones concretas:

  • Incidir ante el Congreso para lograr una prohibición nacional del uso del foam.
  • Impulsar educación ambiental, limpiezas comunitarias, y campañas en redes sociales.
  • Promover el uso de materiales alternativos tanto a nivel empresarial como individual.
  • Recolectar firmas ciudadanas a través de una petición en Change.org.

Si Colón hubiese traído aquel vaso de foam, hoy sería una evidencia de nuestro fracaso colectivo. Pero aún estamos a tiempo de evitar que generaciones futuras encuentren nuestros residuos como legado.

Por un país más limpio y resiliente al cambio climático. Por ríos y mares más vivos. Por una cultura que valore lo que dura… y rechace lo que contamina.

¡Dale banda al foam!

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