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Lo personal es político. Lo que se hereda, también. 

Lo personal es político. Lo que se hereda, también. 

A pesar de que el ruido pareciera ser parte fundamental de la idiosincrasia de nuestro país, República Dominicana es un país de silencios. Las disidencias se intentan barrer debajo de la cama como si fueran escombros, como se intentan esconder a los dictadores detrás de los epítetos y como se borra la palabra “orientación sexual” del Código Penal en el Congreso. Los silencios y el borrado han sido fundamentales para la construcción de nuestra cultura autoritaria. 

El borrado de la disidencia es lo que subyace en la película “Lo que se hereda” (2022) de Victoria Linares Villegas. La cineasta descubre que es prima del primer cineasta dominicano, Oscar Torres de Soto (1933-1968), un hombre que, como va descubriendo su prima, vivió siendo fiel a sí mismo: fue opositor del régimen de Trujillo, revolucionario y de orientación sexual diversa. Sin embargo, la disidencia al régimen de Trujillo y su exilio no fue lo que lo condenó al olvido, ya que, según la película, todos en su familia eran antitrujillistas porque tenían “un pensamiento de avanzada”. Lo que terminó condenando a Oscar al olvido fue, aparentemente, su orientación sexual. Oscar Torres de Soto no solo vivió exiliado por el régimen de Trujillo sino por la dictadura del control de los cuerpos. 

La búsqueda de mayores libertades individuales en República Dominicana es algo que, años después del fallecimiento del cineasta, no se ha concretado. Es por eso que Victoria nos lleva, a través de la película, en un viaje personal de rebelión en contra de una cultura autoritaria que para ella comienza en el seno de su propia familia. A diferencia de un país que no quiere verse en el espejo de su propia memoria histórica, Victoria hace un ejercicio de memoria en el que involucra a su familia, descubriendo la obra de Oscar, cuestionando el por qué de su borrón de la historia familiar y hurgando en archivos de diversos países para poder unir todos los fragmentos del espejo en el que ella misma se termina viendo. 

Justo en estos meses, donde la directora presenta su película en diversos escenarios, el Congreso dominicano intentó otra vez reafirmar la tradición autoritaria del país, sometiendo de manera fugaz un Código Penal que no solo borra las disidencias sexuales y penaliza el aborto como si esto no existiera, sino que pretende legalizar el abuso contra niños, niñas y adolescentes bajo el alegato de “la corrección y la disciplina”. 

La cultura autoritaria en la familia tradicional dominicana, apegada a las llamadas “buenas costumbres” y otras convenciones socialmente aceptadas, es algo que la directora documenta de manera valiente, porque lo hace con su propia familia: “Yo fui menos mano dura”, expresaba su madre, comparando su manera de criar con la manera en la que ella fue criada, en una especie de lamento: al igual que el dicho popular del “Aquí hace falta un Trujillo”, la madre de Victoria considera que a ella le faltó más mano dura con sus hijos. 

Los paralelismos entre Victoria y su primo Oscar se van revelando en la medida en la que avanza la película, y con la historia vamos descubriendo qué tan político es lo personal y lo que se hereda, porque a pesar de que ya no vivimos en una dictadura, seguimos silenciando las conversaciones incómodas debajo del ruido y evitando ver nuestra memoria histórica en nuestros propios espejos.

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@dandocaco
@dandocaco
1 year ago

Wow… Excelente artículo