por Ernesto Rivera
“Ser actual significa estar presente.”
Paolo Virno
El pasado 18 de enero, la artista dominicana Joiri Minaya1 realizó la intervención pública titulada “Encubrimiento2". La obra tuvo lugar en el Parque Colón y provocó innumerables reacciones. De la acción participó y se hizo eco Mario Esteban Sosa, quien es regidor por la Circunscripción 1 del Distrito Nacional. Coincidían estas cosas con la circulación urbana restringida causada por la pandemia. Minaya cubrió la estatua de Colón con una tela estampada de su creación3. Lo hizo en las primeras horas de la mañana razón por la cual muchas personas solo alcanzaron a ver el registro fotográfico luego que la intervención fue removida por las autoridades. Borrando la delgada línea entre lo real y lo virtual, y apuntando al elemento potencial del arte, pocas horas después alguien preguntaba en Instagram si el hecho había pasado de verdad o si se trataba de un fotomontaje.
Las fotografías y las estatuas refieren a la muerte, porque congelan el tiempo y traen al presente lo que ya no está. El valor simbólico de las estatuas consiste en mantener vivas las imágenes, a veces la de una persona ausente4. El valor totémico de las esculturas es una condición que los sectores de poder conocen bien, pues están interesadas en poblar con símbolos para mantener invariable el estado de las cosas tanto como sea posible. Las esculturas públicas son expresiones materiales de ideas abstractas provenientes del imaginario de un colectivo o de un proyecto ideológico en particular.
En palabras del poeta mexicano Tomás Segovia, en todo decir hay siempre un querer decir. Esa teoría para lo textual puede extenderse a otras formas de producción cultural como el discurso de un conjunto estatuario. En una obra está el mensaje explícito, que es inmediatamente visible y, en otro nivel semántico no tan inmediato, el subtexto, lo que no se dice pero queda implícito por la interpretación. Sobre todas las implicaciones de la obra “Encubrimiento” (Joiri Minaya, 2021), los detalles de la puesta en acción y el papel de las instituciones culturales privadas en su relación con las y los artistas no podré abundar en este artículo. En cambio, me detendré en un punto particular que llamó mi atención.
Luego de leer más de mil comentarios en diferentes cuentas sociales, y constatar la polarización de opiniones sobre la figura histórica de Cristóbal Colón, identifiqué un puente común entre facciones. Tanto quienes apoyaron la acción de la artista como quienes se le opusieron coinciden en que cubrir la estatua del hombre hizo visible la subordinación de la mujer al pie del conjunto escultórico. Los anacrónicos defensores de Colón, en su mayoría hombres de la tercera edad que andan preocupados por el “borramiento de la historia”, se enfrascaban en defender la conquista por su valor “civilizatorio”5. Al mismo tiempo, en un gesto como de condolencia, intentaban empatizar con los comentarios que reclamaban un mejor lugar para la representación femenina. Hubo consenso sobre la figura de la mujer indígena; para ella se pedía otro estatus en lugar de permanecer en el escalón más bajo del pedestal a los pies de la figura arquetípica del exterminio de su pueblo. Todo el ir y venir de opiniones y contra-opiniones (a veces terriblemente absurdas) competían con la obra misma. Fueron una excelente oportunidad para identificar nuestras contradicciones históricas y conectar ideas abstractas con instancias concretas de la cotidianidad dominicana.
La estatua en cuestión fue hecha en bronce en el año 1887 por un escultor francés llamado Ernest Charles Guilbert quien a su vez era discípulo del famoso escultor Henri Chapu. Francia vivía los tiempos de la Tercera República. Mientras tanto, en la isla se redactó una nueva Constitución Dominicana y el gobierno ratificó el acuerdo suscrito con los franceses iniciado en septiembre de 1882 por el general Gregorio Luperón. El Tratado de Comercio y Navegación entre la República Dominicana y la República Francesa, entre otras cosas, establecía una extraordinaria paridad entre un ciudadano francés y un ciudadano dominicano. Con el cambio de gobierno, la oficina ejecutiva pasó de Puerto Plata a Santo Domingo. El Parque Colón, que entonces se llamaba Plaza Paseo de la Catedral, volvió a ser el centro del poder político, económico y eclesiástico; el lugar de la clase gobernante y el escenario de los más importantes emplazamientos públicos.
Para colocar al día de hoy la estatua de Colón en el contexto cultural de su origen bastará decir que en esos años se discutía ardientemente si Juan Pablo Duarte era o no el padre fundador de la patria y si merecía o no una estatua6; se deliberaba si la mujer dominicana era digna o no de recibir educación formal y si ellas podían tener participación en las votaciones electorales7. A finales del siglo XIX, los presidentes dominicanos viajaban en barco de un extremo del territorio al otro por motivos de seguridad y la península de Samaná se ofrecía a la venta como hoy se comercian las reservas naturales del país.
Recordemos que es también en 1887 cuando se traduce del francés el Código Penal Dominicano mismo que en el 2021 se está sometiendo a revisión. No es ilógico pensar que la idea de mujer de ese Código es la de hace ciento treinta y cuatro años atrás. Para entonces la medicina no había implementado de forma universal los principios de la asepsia y la mortalidad materna era lo común pues procedimientos quirúrgicos tan comunes hoy como las cesáreas eran el objeto de la investigación de los obstetras europeos. Imaginemos qué tiempos tan convulsos y difíciles para la joven nación dominicana tratando de avanzar en medio del humo del tabaco, el humo de los ingenios y el ego de sus caudillos. Un país aspirando a ser un “París chiquito” con una estatua de Cristóbal Colón hecha en bronce para el centro de su ciudad capital.
En un pedazo de papel manuscrito, casi condenado al olvido, se resguarda en nuestro Archivo General de la Nación un dato revelador. Dice el acta de la Sesión Extraordinaria del Congreso del 3 de marzo de 1882 que un regidor de apellido Pellerano tenía los datos y costos por honorarios de un escultor italiano llamado Santo Saccomanno a quien se le encargaría hacer la obra monumental. Como de costumbre, tanto ayer como hoy, el Congreso formó una comisión especial para el proyecto.
Cabe pensar que la idea quizás estuvo promovida por importantes familias italianas asentadas en Santo Domingo. Algunas de esas familias eran genovesas y tenían un amplio control del comercio en los puertos dominicanos8. Saccomanno era experto en conjuntos escultóricos para criptas y mausoleos pero contrario al estoicismo de las estatuas neoclásicas francesas, en Italia se valoraba el realismo de los gestos y las expresiones de las esculturas. Aparece en internet una pequeña estatuilla de bronce firmada por Saccomanno que me gusta pensar que fue su ejercicio preliminar para la figura indígena en el conjunto escultórico propuesto para la ciudad de Santo Domingo porque presenta a una mujer resistente9.
Volviendo al clima local de la época, como en muchos otros estados naciones del continente, en República Dominicana sobrevivía el intento de anexión, la aspiración civilizatoria, el deseo de congraciarse con una nación más grande. Es decir, un impulso colonial pero a la inversa. Trayendo la estatua de un escultor francés se creaba la falsa ilusión de que Santo Domingo volvería a su condición de “primada de América” que todas las poesías y novelas locales lloraban con tremenda melancolía10. Más aún porque en 1892 se celebraban los cuatrocientos años “del encuentro entre dos mundos”.
Si avanzamos cien años veremos que la figura del “almirante de la mar Océano don Cristóbal Colón” volverá a reactivarse para la celebración de los “500 Años del Descubrimiento y Evangelización de América11”. En 1992 el gobierno dominicano estaba encabezado por Joaquín Balaguer quien reeditó para la ocasión su libro de poesías “Guía Emocional de la Ciudad Romántica” mientras ordenaba esconder la pobreza de Santo domingo detrás del Muro de la Vergüenza12. La ciudad ocultaba también el trauma causado por sus órdenes sangrientas. En el Puerto de Santo Domingo estaba el barco Aventura 92 capitaneado por un duque español que decía ser descendiente directo de Cristóbal Colón. La pregunta de la época era si los restos exhumados en Santo Domingo pertenecían a los del almirante. La juventud llenaba álbumes con postales de la Zona Colonial y en medio del alboroto y el despilfarro cada cierto tiempo se avanzaba el programa de televisión Informativo 500, que era el órgano de difusión oficial para la celebración del V Centenario13. En uno de esos programas, la conductora Lil Despradel entrevista a Pedro Vergés (futuro Ministro de Cultura) quien intentaba alejarse de las supersticiones en torno a la figura de Colón que aparecían más vivas que nunca luego de la publicación del libro “Fukú” por el poeta ruso Evgueni Evtushenko14. A veces es necesario que un forastero llegue a un lugar para pensar ese lugar más allá de lo inmediato. Como una forma de resistencia a la maquinaria colonialista era de mala suerte decir el nombre Colón y popularmente se decía que la estatua de bronce señalando al norte maldecía todo lo que le quedaba al frente15.
Pero lo que está más inmediatamente al norte de la estatua de Colón es la figura de una mujer. ¿Quién es ella? Ciertamente no es una mujer indígena. Si hacemos un ejercicio retroactivo para contrastar con los datos históricos del monumento veremos que su notorio afrancesamiento, como el de una Marianne parisina que guía al pueblo, resulta poco convincente. Más bien es una mujer disfrazada de indumentarias prehispánicas pero con convicciones patriarcales y colonialistas que se coloca a sí misma como un modelo digno de emulación. Recuerda la ironía de la opulencia dominicana que ve los problemas del país desde la comodidad de las torres16 y se disfraza de taina en las fiestas de los clubes privados17. La mano isabelina escribiendo “Ilustre y Esclarecido Varón” a la de aquella que alcanza o mantiene su estatus social adulando a “su señor” mientras que al mismo tiempo, y en la forma de una neo-encomienda somete a otras mujeres a condiciones sociales escandalosas sin afectarse por las maneras tan obvias en las que los privilegios de su clase atraviesan los temas concernientes a su propio género. Y no conformes con eso, este grupo de mujeres se enorgullecen en pasar ese legado a sus descendientes en forma de tutorías. Especialmente a las mujeres más jóvenes de la familia que, siendo hostigadas por la presión social, invierten su juventud en buscar una pareja que las “represente”. Es decir, se colocan ellas mismas a los pies del pedestal por no cuestionar lo que otras mujeres adultas escriben para ellas. Es vergonzoso pensar que demasiadas señoras flotando en la abundancia despiertan cada mañana para agotar agendas triviales. Son amantes de los trajes de gala, de las reuniones para cócteles, de las aperturas de exhibiciones con pinturas melancólicas o la membresía en clubes literarios para hablar de Chopin o Flaubert. Su función social se reduce a perpetuar una construcción social particular de la mujer: la mujer como monumento. Es esa mujer que vive en el presente bajo un falso reconocimiento, impidiendo en otras la posible-mujer del presente por el orgullo del aura de la mujer patriarcal del pasado.
Evidentemente, no todas coinciden con este perfil. Pero da la impresión que para la mujer conservadora dominicana (sin importar su clase o su religión), las mujeres que acampan o luchan para la inclusión de las 3 Causales en el Código Penal Dominicano son una imagen de la mujer salvaje de la que intentan separarse. Solo así se explica la apatía que sienten hacia ellas aunque les sean deudoras de muchas de sus libertades, incluidas sus libertades de culto. Esa mujer que vive acomodada en una servidumbre voluntaria es la más peligrosa de todas porque pocas veces se detiene a formar una opinión política independiente que al menos equilibre la gobernanza inmediata de las casas que cohabitan con los hombres que ostentan el poder del país.
En conclusión, esa mujer dominicana difícilmente se detiene a pensar en el drama de las mujeres y las niñas pobres, mucho menos a sentir por ellas y motivar desde su lugar de acción los cambios estructurales que el país necesita más allá de la pena. Quizás corresponderá a las mujeres jóvenes el plantear por ellas mismas un escenario diferente que incluya a todas con igualdad de derechos. Quizás la decisión más transformadora consista en algo tan simple como revisar el grado de diversidad y de inclusión en sus círculos de amistad. Es decir, hibridar los afectos, cultivar amistades con otras y otros que piensan distinto y desde esa democracia de la amistad hacer crecer los esfuerzos para buscar el bien de un colectivo mayor que el círculo habitual de relaciones18. Por esa y muchas otras razones es importante que el conservadurismo enceguecido sea confrontado con las imágenes de la realidad, así sea a través de nuevos actos de Encubrimiento. Ese es un compromiso social con “el decir y el querer decir” que ha costado vidas y exilios de muchas personas al frente de las luchas sociales.
El arte y la política coinciden en la predisposición a los desplazamientos de las ideas. En los mejores casos, es decir cuando ambos oficios cumplen su rol social, potencian el reconocimiento entre las personas y el reconocimiento de los lugares para las relaciones entre personas. La función política del arte es, entre otras cosas, ensanchar la esfera de lo que es público.
1Ver más de la artista aquí: http://www.joiriminaya.com/
2Encubrimiento de Joiri Minaya, fue un proyecto de arte que contó con la curaduría de Yina Jimenez Suriel.Para ver un conversatorio del proyecto consultar el archivo del programa radial Hablemos Claro del 19 de enero de 2021. Ver aquí:https://www.youtube.com/watch?v=eYZA1SxOLh0
3De la nota de prensa de Encubrimiento: “La obra es una intervención donde se arropa la escultura con un lienzo de tela diseñado con imágenes de plantas medicinales, rituales y venenosas que eran utilizadas por las y los taínos, pobladores originarios de la isla, y por las y los africanos esclavizados en su lucha contra el colonizador. Bija, guao, tabaco, guayacán, yuca, ají y ceiba, son algunas de las plantas que la artista utiliza como símbolos de esos procesos de resistencia y que siguen siendo parte de la cotidianidad dominicana.”
4Existe relación lexical directa entre las palabras estado, estatus y estatuas. La palabra egipcia para escultor era “el que mantiene vivo”.
5Quizás las más imponente representación pictórica en el país de este hecho histórico está en el Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal. Se trata de los murales del artistas español Vela Zanetti debajo de la cúpula central del centro educativo. Sin embargo, es una representación matizada.
6El importante discurso frente al Congreso Nacional en 1894 puede leerse aquí: http://colecciones.agn.gob.do/opac/ficha.php?informatico=00096241PI&codopac=OPPUB&idpag=1096138020&presenta=digitaly2p#viajeinicial Entre otras cosas, se describe la participación estratégica de nacionales haitianos en la lucha por la Independencia Dominicana de 1844.
7La lucha por el derecho a la educación elemental de las mujeres estaba liderada por Salomé Ureña y por Eugenio María de Hostos.
8La Marina de Guerra Dominicana fue fundada por un italiano de apellido Cambiaso.
9Ver la escultura titulada a veces Mujer Desnuda y otras veces como Amazonas: https://www.mutualart.com/Artwork/AMAZONE/6943F79C124FCA81
10Como “Ruinas” de Salomé Ureña, o en otra obra literaria completamente distinta y llena de inferencias racistas “Cosas Añejas” por Nicolás Penson.
11La iglesia Católica jugó un papel determinante en las celebración del V Centenario
12Construido en 1992, el Muro de la Vergüenza separaba el Faro a Colón de la deprimente realidad social de Villa Duarte, en Santo Domingo Este.
13Es importante recordar, para entender mejor el lugar en donde estamos hoy que para 1992 la oficina de cultura y la oficina de patrimonio eran una misma cosa, porque la cultura era la Ciudad Colonial.
14Ver más sobre esta curiosidad cultural en el blog del poeta dominicano Frank Báez http://revistapingpong.blogspot.com/2007/08/notas-sobre-el-libro-fuku-de-evgueni.html
15El Plus Ultra, el más allá, las tierras por conquistar.
16Irónicamente, el sector residencial más lujoso del país recibe el nombre de Los Cacicazgos.
17La fascinación exotizante de la cultura taína tiene larga data. La retórica de poder, que siempre muestra una sensibilidad del anticuario, es proclive al reciclaje nostálgico de elementos de la historia solo para alterar sus significados. Anacaona significa “Flor de Oro”, nombre elegido por el dictador Rafael Leonidas Trujillo para su hija Flor de Oro Trujillo Ledesma.
18“Las sociedades desiguales sólo pueden funcionar gracias a una multitud de relaciones igualitarias” J. Ranciere en Hatred of Democracy. Verso Books, 2014. pp.48
19“Encubrimiento” Joiri Minaya, 2021.
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